¿Formar al hombre en la intimidación o hacia la transformación?
POR: Beatriz Elena Gomez
“No hay nada más igualitario que la razón”
Estanislao Zuleta (1998)
Los enfoques pedagógicos en Colombia desde siglos pasados, son considerados uno de los temas más cuestionados, especialmente en el siglo XIX y XX, tal como lo demuestran algunos investigadores y documentos históricos de la época, entre los cuales para nuestro análisis consideraremos el de Humberto Quiceno (1988), “Pedagogía Católica y Escuela Activa en Colombia (1900-1935)”.
Hablar de enfoques pedagógicos supone traer a colación toda una historia de la pedagogía desde los inicios de la pedagogía católica en 1905 cuando el gobierno colombiano decide responsabilizar de la formación de maestros a la comunidad lasallista y a los hermanos cristianos, Quiceno, Humberto (1988), es en ese preciso momento cuando la educación asume una orientación religiosa “cuya misión es educar siguiendo la doctrina cristiana como fundamento” (Quiceno, 1988, pág. 60), cabe resaltar que el Estado recurrió a esta ayuda debido a la situación de conflicto que atravesaba el país visibilizando la educación como la única forma de lograr una convivencia pacífica, tal como lo diría Kant: “¿Qué es la ilustración? Es la salida del estado de ignorancia culpable en que se encuentra la persona que no se atreve a pensar” porque solo a través de la educación se forman las condiciones humanas para una comunidad pensante, consiente y conviviente. Sin embargo el gobierno colombiano solo buscaba utilizar la pedagogía católica como instrumento de control social, como podemos verlo en el video “La Historia de las religiones” cuando se habla de la historia romana desarrollada políticamente.
En este sentido, la educación empieza a perfilarse con características bien marcadas respecto al papel del maestro, el alumno, la escuela; y entorno a estos elementos, se construyen una serie de condicionantes que posibilitan la misión de la pedagogía Católica como vienen a ser, la disciplina, las metodologías y el entorno escolar.
El maestro asume una condición de Apóstol, Oráculo, Modelo, Ejemplo de moralidad y conducta, el que habla; el alumno, el sujeto pasivo, receptor, callado, es quien aprende; la escuela como lugar especial, público, alejado y diferenciado, donde se ilustra en moralidad y saber (disciplinas), un lugar de conversión; y los elementos condicionantes que contribuyen al logro de la misión como la disciplina, entendida como el manejo de la voluntad, logro de la uniformidad, que mantiene la atención a partir del empleo del premio o castigo; los métodos, caracterizados por su dogmatismo que mantiene el orden para facilitar la adquisición de conocimientos; y por último la memorización que apoyada en cuadernillos preparados con preguntas y respuestas facilitan el aprendizaje de lecciones cotidianas que luego sin mediar el análisis ni la crítica se recitan sin sentido.
La preocupación ante todos estos planteamientos nos lleva a formular el siguiente interrogante ¿hay realmente un aprendizaje bajo la sumisión? Y entonces podría decirse como lo expresa Jean Paul Sartre: “El hombre está condenado a ser libre” y en este sentido la libertad le obliga a tomar decisiones entorno a su destino. Cuando el ser humano es condicionado no actúa en libertad por tanto no expresa sus ideas y no construye su propio aprendizaje esto lo lleva a convertirse en sujeto pasivo, receptor de información sin sentido que no logra interiorizar ni elaborar su propio constructo impidiéndole desarrollar un proyecto de vida exitoso. “La educación debe conducir a la felicidad antes que a cualquier otra cosa” Gaviria, Carlos.
Sin embargo, hacia el año 1914 aparece en Colombia una idea transformadora de la educación mediante la creación del Gimnasio Moderno implementado por el señor Agustín Nieto Caballero, institución de corte liberal donde se facilita el pensamiento crítico revolucionando las ideas de la Pedagogía Católica y cambiando todo el bagaje de intimidación por una pedagogía basada en la construcción de saberes críticos y en la construcción de hombres en interacción constante que convergen en una nueva misión: el reconocimiento de la naturaleza humana puesta al servicio del hombre. Para ello se vale de un maestro que es el facilitador del aprendizaje, el cual establece relaciones educativas creadoras que facilitan la formación de líderes para la transformación de la sociedad; la escuela se constituye entonces en un espacio de experimentación y aprendizaje donde el alumno a partir de su experiencia elabora sus propias ideas de manera activa respetando su identidad y la individualidad en la construcción de su aprendizaje. Como lo afirma Zuleta, Estanislao (1998) “No hay nada más igualitario que la razón”, solo el respeto a las ideas y la confrontación con el otro es lo que nos permite construir un verdadero aprendizaje porque al expresarnos hacemos uso de nuestra libertad y al confrontarnos validamos nuestro saber, pero esto solo es posible cuando se dan las condiciones suficientes para que el individuo sea respetado y valorado en su saber individual.
Respondiendo al cuestionamiento inicial ¿Formar al hombre en la intimidación o hacia la transformación? Podemos afirmar que la educación católica es una manera no de formar sino de coartar el desarrollo del individuo convirtiéndolo en esclavo de la voluntad ajena frenando la exploración de todas sus potencialidades y el descubrimiento de sus propias dimensiones, por el contrario, cuando se forma hacia la transformación se le da al individuo la libertad de agotar sus propias riquezas direccionándolas hacia la construcción de una vida en calidad descubriendo así el verdadero sentido de su existencia. Solo así, cuando el hombre se encuentra consigo mismo se concientiza de su realidad e intenta transformarla. El video “El efecto de la sombra” de Debbie Ford, facilita la comprensión del encuentro con la propia realidad humana porque invita al autoanálisis y a la reflexión frente a las sombras que restringen la actuación en libertad, autonomía y razón.
Beatriz Elena Gomez
<fps.jt2010@gmail.com>
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