¿QUIÉNES SON LOS DUEÑOS DE IBAGUÉ Y DEL TOLIMA?
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Especial para Opinión Pública
En la consulta popular votaré no a la megaminería en territorio ibaguereño pero opino que esta consulta, necesaria y bienvenida, no es el suceso político novedoso, categórico y valeroso que esperamos para encarar el meollo de nuestra incertidumbre histórica. Intento explicar mi opinión a partir de un interrogante crucial: ¿quiénes son los dueños de Ibagué y el Tolima?
El yo ingenuo cree que los dueños son los ibaguereños y tolimenses nativos y adoptivos y el yo cuerdo e histórico cree que los raizales, que jamás tuvimos poder real de decisión, poco a poco estamos siendo despojados de los bienes públicos y que en poco tiempo nada tendremos. Esta dualidad focal de nuestra cruda realidad debería hacer entender, a cándidos y sensatos, que la democracia política es una fea farsa cuando es incapaz de originar democracia económica.
Un vistazo a la economía pública revelará quién dispone a su antojo de “nuestros” recursos del subsuelo, quienes los dueños de “nuestras” empresas públicas, quién concede títulos mineros en “nuestro” suelo, quiénes los propietarios de “nuestros” Hidroprado, Electrolima, Teletolima y otros, quién asigna regalías por explotar “nuestros” recursos naturales, quién decide sobre obras de infraestructura en “nuestra” región. En fin, tolimenses e ibaguereños, “todos a una…” hemos de saber, además del voto, de qué somos dueños, qué anhelamos y qué merecemos.
Por la avidez transnacional y el nulo derecho a la autodeterminación regional, toma sentido la lucha política por un territorio autónomo donde se pueda decidir sobre asuntos económicos, sociales y ambientales. Quien se “eriza” al oír de ideas autonómicas debe saber que así como la familia no se quiebra porque cada uno de sus miembros tiene su propio carácter, es dueño de su proyecto de vida y dueño de sus decisiones, la autonomía regional no quiebra la unidad del Estado, al contrario, la fortalece y democratiza cuando empodera a una comunidad específica. La vía al progreso empieza con el ocaso del centralismo y un amanecer autonómico.
El Tolima prosperará cuando exista acervo ideológico y colectividades políticas regionalistas o cuando un partido centralista mute a partido federado para ser autónomo, ostentar su propia personería, forjar proyecto político regional, elegir líderes competentes y coherentes, realizar asambleas municipales y congreso regional y, así, actuar con legitimidad en el orden político nacional y latinoamericano. A ninguna región le ceden soberanía, autonomía y equidad social, son las sociedades, imbuidas de grandes ideales y dispuestas a librar valientes luchas, las que conquistan sus dignos espacios, lo demás es y será “pura paja” para seguir con las mismas.
Volviendo al tema megaminero, hace poco leí, respecto al proyecto La Colosa, “que Cajamarca es diferente a Ibagué”, ficción que soslaya el carácter sistémico del territorio para ocultar que un daño irreversible al frágil ecosistema de la cordillera central, es daño irreparable al agua, oxigeno, seguridad alimentaria, especies endémicas, etc. El deterioro de nuestro hábitat no es cosa trivial y por ello hemos de pensar que lo que es con Cajamarca es con Ibagué y viceversa.
También supe de concejales asustados porque su venia para la consulta pondría en riesgo su anodina curul. Aflige saber que algún supuesto “líder del cambio” y “garante del bienestar de las nuevas generaciones”, sólo se avispe por sus mezquinos intereses y carezca de sabiduría y valentía para jugársela por las grandes causas. ¿Será que eso de grandes causas sólo es guión de leyendas épicas y no responsabilidades omitidas por los “adalides” de nuestra región? Los políticos sin causas trascendentes es extraña aberración que se volvió paisaje lúgubre.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Colombia
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