O “SUBIMOS LA VARA” DEL JUICIO POLÍTICO, O...
Ibagué y el Tolima son naves fabulosas piloteadas a control remoto, no por sus moradores. Hace décadas que las grandes variables estratégicas del desarrollo socioeconómico se esfumaron de la agenda de actores que de buena fe creen construir prosperidad cuando en verdad sólo gestionan, bien o mal, tareas secundarias de la dinámica social y económica. La dicotomía entre tarea motora de desarrollo y tarea accesoria (a veces nociva) tiene origen en una aberración ideológico-política que hace que nuestro horizonte de navegación sea apenas de 4 años y no realmente futurista.
La miopía que impide ver futuro más allá de 4 años no se corregirá si nuestra cultura política sigue admitiendo la tarea secundaria como rasero superior para juzgar iniciativas, legitimidad política y eficacia administrativa y olvidando que ese rasero supremo se halla en el espíritu autonómico que alienta el legítimo desarrollo regional. O “subimos la vara” del juicio político, o nuestro futuro será el presente, pero más ceniciento y carente de oportunidades para nuestros hijos.
Como el usurero del gota a gota a gota que exige su dividendo diario y a como dé lugar, así opera quien enfoca un difuso horizonte cuatrienal y no destinos históricos y nobles y, mientras subsista tal mezquindad, la “rosa de los vientos” para navegar hacia “el futuro” apenas será el dividendo político para ya y a como dé lugar y no lo seminal, estratégico, funcional y correcto.
No es sensata la denuncia moralista o el juicio político maniqueo; todos (cada quien a su manera) construimos y mimamos una lógica política que nos amarra al atraso y, por ello, todos deberíamos inaugurar una lógica que parta de aceptar que luego de décadas de lugares comunes y blablá, hoy no tenemos siquiera perspectiva esperanzadora, cruda verdad que modificaríamos fácilmente con diálogos y acuerdos sobre nuevos enfoques sociológico-estratégicos para encarar el futuro.
Es hora de pensar el desarrollo desde nuevas plataformas o fuentes de ideas que tengan efectiva correlación con “la genética del desarrollo regional”, nominativo que acuñamos para subrayar lo débil de los viejos arquetipos mentales que frenan el progreso y franquear el paso a los hasta hoy ignorados o relegados enfoques territoriales, históricos, sociológicos y económicos que realmente podrían escindir la historia tolimense en un antes de atraso y un después en desarrollo.
Por años hemos investigado con juicio la “genética del desarrollo regional” y una conclusión básica señala que la seductora tesis desarrollista que nos venden como dogma irrebatible es por esencia excluyente y anula, por razón o fuerza, la idea de construir un desarrollo que en su presupuesto de prosperidad económica lleve implícitos principios de equidad e inclusión social, sostenibilidad ambiental y, sobre todo, la idea fuerza de apropiación de las riendas del futuro por la comunidad. Un modelo de desarrollo regionalista e incluyente es posible, pero exige renovación profunda en la conciencia, voluntad y método de trabajo de quienes están obligados a garantizar el progreso.
No creo que alguien esté contento con ambiguas y siempre fallidas tesis de desarrollo y si creo que el tolimense está consciente de que urge “dejar de ser parrillero” o “cabalgar en la grupa” de la política y la economía, para asumir un audaz rol protagónico en la construcción del futuro digno y propio. Estas razones me instan a proponer a intelectuales, académicos, gobernantes, dirigentes políticos y gremiales, medios y organizaciones sociales, la estructuración metódica de una etapa especial para repensar el desarrollo regional y fijar nuevas coordenadas para alcanzarlo.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Colombia
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